Creo que todos los días me arrepiento de publicar estos fragmentos de depresión. Cada vez que los veo, siento una mezcla extraña entre vergüenza y algún tipo de necesidad. Pero esta vez voy a dejarlos. Voy a ver cómo me siento en una semana, y si es demasiado, los borraré. Los mantengo porque, en el fondo, sé que siempre hay un punto de inflexión y un momento casi imperceptible donde algo cambia, aunque sea poquito. Quiero poder mirar atrás y decir: 'Ah, fue ahí donde empezó a girar la rueda’, y de pronto quien me lee también. Si de algo sirve.
Mayo 30, 2025
12:39 am
Ojo a la hora! Ya estaba por meterme a la cama, pero me detuve en seco y pensé: ‘No, amiga, recuerda tus diarios de depresión’. Ni siquiera me acordaba que los había llamado leve depresión. Quizás lo fue, quizás lo es, quizás no. Pues ha vuelto, gente. Justo cuando creí haber resucitado en reptil, con piel nueva y caminando sobre tierra después de haber salido de las aguas negras, retrocedí 152 pasos.
Hay algo casi obsceno que me fascina de mi propia escritura cuando salpico números. Me encanta soltar datos estrepitosos, exagerados, ingenuos, ridículos, ambiguos, inútiles, confusos. Lo amo. ‘Me volvería a enamorar de ti en mis otras 584 vidas’. Ay, por favor. Lo de los números es un juego, pero por más estúpidos que parezcan, siempre cargan un significado personal para mí.
Bueno, ¿se preguntarán qué hace Ana escribiendo a esta hora? (?) ¿Se levantó de su cama solo para contarnos esto? No estoy segura. Solo sé que quiero volver a narrar mi vida desde el pantano, y a veces, ese pantano está lleno de hipopótamos, de números, de vida acuática en blanco y negro.
Desde que leí que los hipopótamos son seres supremamente agresivos, me dije: ‘Dios mío, protégeme de ellos, hasta lo que consideré ternura es falso’. Ya no los dibujo de color rosado, ni con esa dulzura de niña que alguna vez imaginé. Y tal vez por eso no me sorprendió reconocerlo: así se ve la depresión hoy. Como un hipopótamo sentado sobre mí cada noche.
No dice nada.
No se mueve.
Solo pesa.
Es silenciosamente violento.
Y yo, desde abajo, me hablo horrible.
Ahí lo identifiqué.
Me he vuelto a poner el mismo pantalón verde y el mismo hoodie negro de siempre. No he revisado mis anteriores posts depresivos, pero si la pinta es la misma, juro que me volaría la cabeza. ¿En serio tengo un dresscode para la depresión? Es que no puede ser. Pienso en mi querida amiga Sin Filtro; ella lo dijo primero.
Así que traté de seguir con mi vida en este tiempo, forcé cada vez más la sonrisa, me maquillé un poco más fuerte, di varios pasos hacia adelante antes de devolverme corriendo hacia mi casa, pero me alcanzó la bola de Indiana Jones. No fui tan rápida.
La joya del asunto es que ya no tengo ni a quién culpar. Antes eran ellos, no viajar, no mudarme. Pero ahora sé que es algo que aún llevo por dentro, algo que el psicoanalista me estaba ayudando a escarbar, pero maldita sea, sí que son caros los psicoanalistas, casi que me siento condesa diciéndolo, así que no pude volver.
Hay algo roto y no sé dónde, para ponerle una curita o taparlo con un montón de yeso, pero no encuentro ese maldito hueco, aunque juro que gotea.
Hoy también hice un test de salud mental en una plataforma que promete ayudarme a hacer match con mi psicoterapeuta ideal (como si fuera Tinder pero con traumas), y me lanzó 43% de ansiedad y 63% de depresión. Solo estaba en rojo el de depresión, pero seamos sinceros: 63 no es tanto. Mucho sería más de 70, así que aún cuento con un digno 7% de tranquilidad para darle a mi familia.
Esta noche solo me levanté para decir que el cocodrilo volvió al pantano, el hipopótamo volvió a sentarse, un murciélago tapa mis ojos.
Mañana tengo cita con un psiquiatra, y es mejor así.
Basta de pensar que puedo con todo sola,
Que mi hermana puede conmigo,
Que mis gurús de YouTube pueden ayudarme a manifestar abundancia,
Que meditar una vez cada dos meses sirve de algo,
Que los videos de Mel Robbins hacen magia,
Que escribir es una canoa que me lleva a puerto seguro,
Que la alimentación es mi medicina,
Que el baile transforma,
Que escuchar a Cat Stevens y Juan Luis Guerra (versión más espiritual) me va a poner a levitar entre lágrimas y luz,
Que el dolor es bello,
Que mis obras son tristemente hermosas.
Basta.
Antidepresivos ya.
La tubería está rota.
Llamen al plomero.
La ropa, ella siempre me delata.
Y los sandwiches también.
Acto de fe:
Hoy, puedo decir que el acto de fe que quería hacer, volver a mis clases de baile, no lo logré, pero dejé de fumar hace 17 días y 4 horas exactas. He ganado 10 horas de vida y me he ahorrado $66.084 pesos colombianos.
Ana
Diarios de una leve depresión I aquí
Mi querida Ana, primero que todo, saludos. Yo siempre tengo que decir algo y me entristece mucho no tener las palabras para hacerte sentir mejor.
Tu eres la chica de las tres erres, con súper poderes de superación y crear. Y estoy seguro de que estás muy cerca de lograr caer en carril, camino a esos planes recientes que te llevaban motivada a lo que mas te gusta y te llena. Vamo'arriba!! Ya venciste algo y estas comprometida al proceso correspondiente. Paso a paso.
Te envío un mega abrazo reconfortante y otro amistoso.